miércoles, 24 de noviembre de 2010

Agroecología: medioambiente y soberanía alimentaria

Fundada en el respeto por el medioambiente, la agroecología alimenta a un tercio de la población mundial. En diálogo con InfoUniversidades, el investigador docente de la UNGS, Walter Pengue, explica las características y las ventajas de este modelo de producción que no se vio afectado por la crisis económica mundial. En contraposición al impacto ecológico que genera la agricultura industrial -deforestación y contaminación de cursos de agua, entre otros-, la agroecología promueve el no uso de agroquímicos, además del empleo de recursos locales y el consumo local. Su pilar básico es asegurar la soberanía alimentaria garantizando no sólo lo que se come, sino en el marco de una cultura propia y de una forma propia de producir y consumir el alimento.

Cuando el hombre pasó de nómade a sedentario y se dedicó a la agricultura no había semillas transgénicas, fertilizantes o agroquímicos, se empleaban abonos orgánicos y los métodos de producción eran amigables con el medioambiente. Hoy, 12.000 años después y con numerosos adelantos tecnológicos, la agricultura industrial, además de producir el alimento de la población, genera altísimos impactos en la naturaleza, como deforestación y contaminación de cursos de agua.

Ante este panorama, Walter Pengue, investigador docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), propone el modelo agroecológico. Este sistema de producción alimenta a cerca de un tercio de la población mundial, es amigable con el medioambiente y “no se vio afectado por la crisis económica mundial”, explica.

La agroecología promueve el no uso de agroquímicos, el empleo de los recursos disponibles locales, el consumo local, el intercambio de información entre los agricultores y propone mantener los agroecosistemas sin incursión de organismos genéticamente modificados. Como sistema de producción integrado, no apunta a un único cultivo sino a cultivos integrados, para favorecer la recuperación de los controladores biológicos, eliminados con la agricultura industrial.

El investigador explica a InfoUniversidades que este modelo de producción no se vio afectado por la crisis económica mundial porque se sostiene en la construcción local del consumo y sólo incursiona en grandes intercambios en casos de limitaciones productivas, pero la esencia responde al apoyo de los modelos de producción local. “Su objetivo básico es asegurar la soberanía alimentaria, es decir, garantizar no sólo lo que se come, sino en el marco de una cultura propia y de una forma propia de producir y consumir el alimento, tan diverso como pueblos hay sobre la tierra. La Argentina tiene un enorme potencial en ello, pero debe pensar primero en garantizar que su pueblo recupere su soberanía alimentaria, que se ha perdido como consecuencia de la pésima política agropecuaria que tenemos”.

Desde hace años, Pengue estudia el impacto ecológico que genera la agricultura industrial, la crisis alimentaria y los costos naturales desde la perspectiva de la Economía Ecológica que es la ciencia de la gestión de la sustentabilidad, con un enfoque ecológico, social, económico y cultural. Actualmente es uno de los 26 integrantes del Panel internacional sobre manejo sustentable de los recursos, un organismo independiente promovido por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP).

Futuro promisorio

“Cerca de 2.400 millones de personas, un tercio de la población mundial, todavía mantiene los sistemas de producción de base agroecológica o de agricultura familiar”, sostiene Pengue. “En la Argentina -explica el investigador- hay muchos ejemplos que muestran que el modelo agroecológico funciona”. Algunos de ellos se encuentran en el norte de Santa Fe, en la región de la puna y en el norte y noroeste argentino. Los cultivos combinados que predominan son maíz, papa y oca. Hasta se produce soja bajo el modelo agroecológico, como sucede en Santa Fe.

Para Pengue el futuro de la agroecología es promisorio, teniendo en cuenta los altísimos impactos que la agricultura industrial genera en todo el mundo: destrucción de la naturaleza, deforestación, contaminación de acuíferos, destrucción del hábitat, eliminación de la biodiversidad y problemas serios a la salud humana y animal. “Parece que ahora se hubiera descubierto el problema de la agricultura industrial, cuando nosotros hace 15 años preguntábamos si el glifosato no iba a generar impactos sobre los sistemas ecológicos y la salud humana. Hoy, lamentablemente aparecen trabajos científicos que documentan que la falta de responsabilidad y de estudios adecuados para el control generan impactos, que comenzamos a percibir en la Argentina”.

Otras de las ventajas de la agroecología es que su potencial de producción es más alto que el de los modelos de revolución verde y agricultura industrial. En estos dos modelos, los niveles de productividad comienzan a ser cada vez más bajos, mientras que la producción agroecológica muestra tendencias de crecimiento.

Por otro lado, la agricultura industrial promueve un incremento permanente de la escala, una demanda y consumo de insumos externos, en particular agroquímicos, fertilizantes y semillas. “En este modelo, el agricultor es cada día más dependiente de los insumos externos y tiene que derivar más fondos para ellos. Esto hace que muchísimos agricultores, no sólo en la Argentina sino en todo el mundo, sean expulsados, año tras año, de los sistemas de producción agrícola. El modelo de agricultura industrial empuja hacia una agricultura más intensiva, más capitalizada, en definitiva, una agricultura sin agricultores”, sostiene Pengue.

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